La experiencia de una «familia en misión» en el Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho

Familia Misionera


Aprender a distinguir el mañoco de la yuca, y saber qué es manaca y qué es seje; amasar la comida con sus propias manos, para disfrutarla junto a los hermanos de las comunidades indígenas de Parhueña. Es el día a día que viven Yagnora y Martín, un matrimonio venezolano, desde que en 2021 se mudaron junto a su hija adolescente, Flor, al Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho, ubicado en la Amazonía venezolana.

“Amasar” la propia vida con la de otros hombres, mujeres y niños en un contexto alejado de su condición de origen, tratando de ayudar cada día aportando su apoyo material y sobre todo su cercanía humana: pedir poder confesar la fe en Cristo en las pequeñas cosas de cada día, la escucha de los sufrimientos, las penalidades, las expectativas y las esperanzas de las personas encontradas siguiendo la singular vocación misionera. Esta es la experiencia de Yagnora y Martín.

Yagnora, atraída por la misión desde muy joven, gracias también a diversas experiencias compartidas con las Obras Misionales Pontificias (OMP) de Venezuela, casada y junto a su esposo y sus dos hijos Flora y Martín vivieron una dimensión familiar siempre marcada por el espíritu misionero. Cuando los hijos crecen, los esposos deciden vivir la experiencia de una familia misionera e ir a vivir a Parhueña, en un contexto marcado por la pobreza, la falta de medios de transporte que a menudo hace difícil, a veces imposible, y donde a menudo hay un ambiente de tensión por conflictos internos.

Entre las actividades cotidianas a las que se dedican está la ayuda al estudio, donde faltan las condiciones adecuadas, muchas veces la lectura y las matemáticas son transmitidas por juegos inventados por la misma Flor, quien acompaña a sus padres en su experiencia misionera (su hermano se queda en casa por motivos de estudio). Yagnora les enseña a coser a las mujeres y Martin inicia a los hombres en la agricultura. Los tres juntos son responsables de diversos servicios pastorales como misioneros de la Palabra y de la Eucaristía.

Son muchos los episodios que Yagnora y Martin pueden contar para describir la urdimbre de su vida misionera cotidiana: desde la asistencia a un anciano con una herida gravemente infectada, hasta la ayuda a la desesperada pareja por su deshidratado hijo de un año y con fiebre alta por falta de medicamentos adecuados. Todos los días comparten una oración: “Nos causa mucho dolor cuando a veces no podemos cuidarlos como nos gustaría. Es en ese momento que vamos a pedirle a Dios que nos ayude cada día, para poder compartir cada vez más sus experiencias, sus penas”. Pidiéndole a Jesús que haga brillar la luz de su consolación y el don de su salvación en medio de los problemas cotidianos.

Fuente: Agenzia Fides

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