Confianza en Dios


Después del discurso contra los fariseos y rabinos, Lucas nos reporta una instrucción sobre el justo comportamiento de los discípulos en el mundo.

Conviene ponernos en contexto para comprender mejor el Evangelio de hoy. Los discípulos, quienes son conocidos como los “amigos de Jesús”, muy pronto serán perseguidos. Pero no deben tener miedo de nada, ni de los enemigos ni del martirio, fuera de Dios, “No teman… teman más bien a…” (12,4-5), porque Dios no los abandonará (ver 12,6-7).

“…todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero a aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios.”

Dios no abandonará a sus discípulos en la persecución. Esta convicción se remarca en el pasaje que leemos hoy:

  1. El Padre creador los sostendrá así como vela por la vida de sus pajaritos (12,6-7);
  2. El Hijo los respaldará a la hora del juicio final (12,8-9);
  3. El Espíritu Santo los asistirá poniendo en sus labios las palabras que necesitan en el momento del interrogatorio ante el tribunal (12,11-12).

Sólo hay un “pero”: Si Dios se compromete con el discípulo perseguido, entonces se le exige también al discípulo firmeza para no echar atrás: debe “reconocer” y no “negar” que es amigo de Jesús (12,8-9).

Por otra parte, quien ve en el Jesús terreno solamente a un hombre y ofende en él al “Hijo del hombre” (=Mesías), esto se le puede perdonar: “A todo aquel que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará” (12,10a); ver por ejemplo en el relato de la Pasión: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; 23,34).

El problema grave es con aquél que se cierra definitivamente a la acción del Espíritu Santo que se manifiesta en Jesús y en los discípulos, éste estará perdido para siempre: “Aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará” (12,10b).

A través de la confesión de fe de los discípulos, el Espíritu Santo estará siempre dando testimonio de Jesús resucitado, exaltado por el Padre desde los abismos de la muerte, y conduciendo a todo hombre a la salvación. Es el Espíritu Santo quien le da a todos la posibilidad de la conversión y del perdón (ver Hch 2,32-41; 3,12-26 y 5,30-32).

Miremos entonces la consecuencia para el perseguidor: precisamente porque es a través del anuncio apostólico sobre Jesús donde obra el Espíritu Santo, aquél que rechace el “testimonio” de los discípulos no podrá ser perdonado, porque despreció la posibilidad del perdón. Esta es la “blasfemia contra el Espíritu Santo”, la cual lo convierte entonces en “adversario de Dios” (como dice Hch 5,39).

Debemos orar como lo hace san Pablo, para que el anuncio sea acogido como lo que es, y a todos “les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa”.


A petición de la Pontificia Unión Misional, han colaborado en la escritura de estas meditaciones:

  • Para los domingos: P. Yoland Ouellet, o.m.i., Director Nacional OMP, Canada de habla francesa
  • Para los días de la semana:
    • 1-14 de octubre: P. Karl Wallner, Director Nacional OMP, Austria
    • 15 y 23 de octubre: P. Pierre Diarra
    • 16-22 de octubre: P. Jafet Alberto Peytrequín Ugalde, Director Nacional OMP, Costa Rica
    • 24-31 de octubre: P. Dennis C. J. Nimene, Director Nacional OMP, Liberia.