El presidente de las Obras Misionales Pontificias (OMP), Mons. Giampietro Dal Toso, celebró esta tarde la Santa Misa en la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, y recordó que la misión de la Iglesia apunta a que todos los hombres experimenten “que Cristo ha muerto y resucitado por él”.

“La Iglesia es misionera precisamente para que cada hombre pueda experimentar que Cristo ha muerto y resucitado por él, para liberarlo de todo mal y darle la vida verdadera”, aseguró.

La visita de Mons. Dal Toso se da también en el marco de la celebración de los 50 años de la revista misionera Ad gentes, de las Obras Misionales Pontificias Episcopales de México (OMPE).

El presidente de las OMP señaló que el 2 de octubre “recordamos a los Santos Ángeles Custodios, esas criaturas espirituales que Dios ha puesto a nuestro lado en nuestro peregrinar en esta tierra”.

“Están, aunque no los veamos. Son eficaces, aunque pertenezcan a un orden que no es el nuestro. También María ha tenido experiencia directa de los ángeles cuando ha recibido el mensaje de Gabriel, que le anunciaba que sería la madre de Jesús”.

El Prelado destacó luego que “Dios nos envía a sus ángeles para que nos sigan, nos acompañen, nos custodien. Los ángeles son instrumentos de Dios, para que también en nosotros se realice plenamente el bien que Dios quiere para nosotros”.

“Dios es bueno con nosotros. Dios no quiere nuestro mal, sino nuestro bien”, subrayó.

“Cada uno de nosotros goza de una ayuda especial por medio del ángel para caminar por los caminos del bien. El ángel nos instruye, nos aconseja, nos defiende, para que se conserve en nosotros ese bien, esa salvación que Dios ha adquirido para nosotros en Cristo su Hijo”, añadió.

El presidente de las OMP dijo luego que “la medida de la fe es hacernos niños. Pero ser niños delante de Dios no quiere decir ser egoístas y hacer caprichos. Ser niños quiere decir abrirnos con confianza a la acción de Dios en nosotros”.

“Como el niño está seguro porque se siente en los brazos del padre o de la madre, así el cristiano está seguro porque se siente en los brazos de Dios”.

Esto no es fácil, advirtió, pues “todos quisiéramos manejarnos en soledad. Paradójicamente, en la vida cristiana, para ser grandes tenemos que ser pequeños. Ser niños es la única condición posible si queremos tener experiencia de la vida a la que Dios nos conduce”.

“Si pensamos caminar solos, ¿cómo podríamos entrar en el reino que Dios nos prepara? ¿Cómo podríamos gustar el bien que Dios prepara para nosotros, y que es tan alto respecto a nuestras capacidades?”, cuestionó.

Al finalizar su homilía, Mons. Dal Toso pidió que los ángeles “nos guíen en el camino y nos acojan un día en la gloria”.

“Y que la Virgen Santa, que aquí ha mostrado su rostro, Ella, reina de los ángeles que ha acogido el anuncio del ángel, que sea Ella quien interceda, especialmente en este año misionero, para que cada hombre pueda gozar de la protección de los ángeles y contemplar un día, para siempre, el rostro de Dios”, y concluyó.