Entrega y servicio en el seguimiento de Cristo


El lema elegido por el papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones es: “Vayan e inviten a todos al banquete” (Mt 22, 9) El banquete es el de las bodas del Hijo, de Aquel que viene a desposar a toda la humanidad y por tanto quiere invitar a todos al banquete de bodas. Él dice: “El cáliz que yo voy a beber lo beberán, y serán bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar” (Mc 10, 39).

¿Qué es este bautismo por Jesús sino sumergirnos en nuestra humanidad desde el nacimiento hasta su pasión y muerte, cuando Él dará su vida por muchos? El Esposo ha sido probado en todos los sentidos y nos ofrece un amor de compasión, misericordia y liberación (salmo del día). Más aún, nos ofrece su vida a cambio: ¡qué gracia más grande, qué don más grande! ¡Estamos invitados a una boda sublime, maravillosa y misericordiosa! (segunda lectura).

El Novio habla de servirnos, lo cual no es nuestra costumbre nupcial. Él es el siervo que fue aplastado por el sufrimiento y que reivindicará a la multitud de sus hermanos en la humanidad (primera lectura). Así, en el menú del banquete, se ofrece a servirnos la salvación, nada menos. Su sacrificio, ofrecido en la Sagrada Eucaristía, es una gracia curativa para nuestra humanidad herida. Sí, de él esperamos nuestra vida nueva, canta el salmo, que su amor esté con nosotros, nuestra esperanza está en él. Invitemos a todos al banquete de la Eucaristía, a las bodas del Cordero: ésta es nuestra misión universal, ad gentes, ante todos los pueblos.

Llamados al banquete

En su mensaje de hoy, el papa Francisco nos dice: “mientras el mundo propone los distintos ‘banquetes’ del consumismo, del bienestar egoísta, de la acumulación, del individualismo; el Evangelio, en cambio, llama a todos al banquete divino donde, en la comunión con Dios y con los demás, reinan el gozo, el compartir, la justicia y la fraternidad. Esta plenitud de vida, don de Cristo, se anticipa ya desde ahora en el banquete de la Eucaristía que la Iglesia celebra por mandato del Señor y en memoria de Él. Y así, la invitación al banquete escatológico, que llevamos a todos a través de la misión evangelizadora, está intrínsecamente vinculada a la invitación a la mesa eucarística, donde el Señor nos alimenta con su Palabra y con su Cuerpo y su Sangre” (Mensaje para el Domingo Mundial de las Misiones).

Testimonio de los mártires

Miremos la vida de una mujer bautizada para ver lo que significa recibir la gracia de servir a nuestros seres queridos, incluso hasta el punto de beber la copa del sufrimiento y el sacrificio. El papa Francisco nos propone el ejemplo de Josefina Bakhita de Sudán: “Nacida en Darfur –¡el martirizado Darfur!– en 1869, fue secuestrada de su familia cuando tenía siete años y esclavizada. (…) Pasó a través de ocho dueños –uno vendía al otro… Los sufrimientos físicos y morales de los que fue víctima de pequeña la dejaron sin identidad (…) Pero ella misma testimonió: ‘Como esclava no me desesperé nunca, porque sentía una fuerza misteriosa que me sostenía’ (…) ¿cuál es el secreto de santa Bakhita? Sabemos que a menudo la persona herida a su vez hiere; el oprimido se convierte fácilmente en opresor. Sin embargo, la vocación de los oprimidos es la de liberarse a sí mismo y de los opresores convirtiéndose en restauradores de humanidad. Solo en la debilidad de los opresores se puede revelar la fuerza del amor de Dios que libera a ambos. Santa Bakhita expresa muy bien esta verdad. (Catequesis 22. La pasión por la evangelización).

Finalmente, la llamada a beber la copa y dar la vida puede invitar a los discípulos misioneros a dar la vida por Cristo. Son nutridos en el banquete de la Eucaristía y llamados a conformar su vida a este misterio de amor nupcial. Como Jesús dio su vida por nosotros, ellos pueden dar su vida por amor a él y a sus seres queridos. Así, el papa Francisco, citando a san Agustín, dice de san Lorenzo para explicar el dinamismo espiritual de los mártires: «Ejercía el oficio de diácono. Allí administró la sagrada sangre de Cristo y allí derramó la suya por el nombre de Cristo. El misterio de esta cena lo expuso con toda claridad el bienaventurado apóstol Juan al decir: ‘Como Cristo entregó su vida por nosotros, así también nosotros debemos entregarla por nuestros hermanos’ (1 Jn 3, 16). Esto, hermanos, lo entendió san Lorenzo; lo comprendió y lo realizó. En efecto, preparó cosas semejantes a las tomadas en aquella mesa. Amó a Cristo en su vida y le imitó en su muerte» (Sermón 304, 14; PL 38, 1395-1397)”. (Catequesis 11 La pasión por la evangelización).

El Concilio Vaticano II nos recuerda que “el martirio, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor” (cf. Constitución Dogmática Lumen Gentium, 42). El papa Francisco explica: “Los mártires, imitando a Jesús y con su gracia, convierten la violencia de quien rechaza el anuncio en una ocasión suprema de amor, que llega hasta el perdón de los propios verdugos. Interesante esto: los mártires perdonan siempre a los verdugos. Esteban, el primer mártir, murió rezando: ‘Señor, perdónales, no saben lo que hacen’. Los mártires rezan por los verdugos. Si bien son solo algunos a los que se les pide el martirio, «todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle, por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia» (ibid., 42). Pero, ¿esto de las persecuciones es cosa de entonces? No, no: hoy. Hoy hay persecuciones contra los cristianos en el mundo, muchos, muchos. Son más los mártires de hoy que los de los primeros tiempos. Los mártires nos muestran que todo cristiano está llamado al testimonio de la vida, también cuando no llega al derramamiento de la sangre, haciendo de sí mismo un don a Dios y a los hermanos, imitando a Jesús” (Catequesis 11).

Un día especial para las misiones

En este Domingo Mundial de las Misiones, respondamos al llamado de todos los bautizados a servir y dar nuestra vida. Invitamos a todos a descubrir la riqueza de nuestra espiritualidad cristiana y de nuestro banquete eucarístico, donde Jesús da su vida por nosotros y nos da la gracia de hacer lo mismo por los demás. Oremos por la gran misión universal de los bautizados y apoyémosla concretamente a través de nuestra ofrenda económica, dedicada íntegramente a la Sociedad para la Propagación de la Fe, obra pontificia que ayuda a las Iglesias jóvenes. Mantengámonos firmes en la afirmación de nuestra fe, que tiene como modelo a Jesús Siervo y Sumo Sacerdote, que hoy da de nuevo su vida en el banquete de su Eucaristía. ¡Vamos a invitar a todos a este banquete del verdadero alimento, el pan de vida eterna!

Finalmente, incluso si somos tentados a quedarnos en el banquete, a quedarnos con Jesús, siempre existe la llamada a la misión. Cristo dice; Ve. “Sin embargo, no hay estar sin ir. De hecho, seguir a Cristo no es un hecho intimista: sin anuncio, sin servicio, sin misión la relación con Jesús no crece. Notamos que en el Evangelio el Señor envía a los discípulos antes de haber completado su preparación: pocos después de haberlos llamado, ¡ya les envía! Esto significa que la experiencia de la misión forma parte de la formación cristiana. Recordemos entonces estos dos momentos constitutivos para todo discípulo: estar con Jesús e ir, enviados por Jesús” (Catequesis 4).

¿Por qué invitar, por qué anunciar este banquete a todos? El Papa Francisco continúa: “Por qué anunciar. La motivación está en cinco palabras de Jesús que nos hará bien recordar: «Gratis lo recibisteis; dadlo gratis» (v. 8). Son cinco palabras. ¿Pero por qué anunciar? Porque gratuitamente yo he recibido y debo dar gratuitamente. El anuncio no parte de nosotros, sino de la belleza de lo que hemos recibido gratis, sin mérito: encontrar a Jesús, conocerlo, descubrir que somos amados y salvados. Es un don tan grande que no podemos guardarlo para nosotros, sentimos la necesidad de difundirlo; pero con el mismo estilo, es decir con gratuidad. En otras palabras: tenemos un don, por eso estamos llamados a hacernos don; hemos recibido un don y nuestra vocación es hacernos nosotros don para los otros; está en nosotros la alegría de ser hijos de Dios, ¡debe ser compartida con los hermanos y las hermanas que todavía no lo saben! Este es el porqué del anuncio. Ir y llevar la alegría de lo que nosotros hemos recibido” (Catequesis 4 La pasión por la evangelización).


A petición de la Pontificia Unión Misional, han colaborado en la escritura de estas meditaciones:

  • Para los domingos: P. Yoland Ouellet, o.m.i., Director Nacional OMP, Canada de habla francesa
  • Para los días de la semana:
    • 1-14 de octubre: P. Karl Wallner, Director Nacional OMP, Austria
    • 15 y 23 de octubre: P. Pierre Diarra
    • 16-22 de octubre: P. Jafet Alberto Peytrequín Ugalde, Director Nacional OMP, Costa Rica
    • 24-31 de octubre: P. Dennis C. J. Nimene, Director Nacional OMP, Liberia.