Testimonio misionero; Leonardo Estrada.
La decisión más acertada que he tomado en la vida fue y seguirá siendo seguir los pasos de Jesús e ir anunciarlo a todos los pueblos sin excluir nadie. Donar un año de mi vida a Dios y a la misión ad-gentes en el Amazonas Venezolano, fue un tiempo de gracia, de encuentro y crecimiento, es una experiencia que no puedo dejar de comunicar, sería un acto de egoísmo, es por eso que me atrevo a escribir estas líneas para expresar una alegría profunda que no me cabe en el pecho, y que no me alcanzará la vida entera para trasmitir lo que viví, observé, sentí y experimenté, pero por sobre todo; lo que aprendí entre los pueblos Indígenas.
Son tan misteriosos los designios de Dios, que es casi impredecible descifrar la forma en que Él llama y elije a sus discípulos misioneros; a pesar de que en mi proyecto de vida siempre estuvo latente la vocación misionera ad-gentes, (lo comprendí porque al escuchar algo relacionado con este tema como por arte de magia mi corazón se aceleraba, mi piel se erizaba y sentía cosquilleo en mi estómago, aunque suene a romanticismo jajaja pero en efecto se trata de una historia de verdadero amor entre el Resucitado y yo); sin embargo, debo decirles que como humano y frente a mis pequeñeces y debilidades y por sobre todo frente a mi discapacidad física, por momentos dudaba y hasta sentía miedo, allí surgían las preguntas ¿será que yo puedo ir? ¿Tengo la fuerza, la salud y las capacidades para estar en un lugar con condiciones tan exigente como la selva? Yo solo me puse a disposición… y adivinen el Señor me tomó en cuenta y me dijo ¡Si, la cosa va en serio y es contigo!
Sin duda alguna, llegué al Amazonas “tomado de la mano de Don Bosco y María Auxiliadora”, para servir en la Esmeralda, Municipio Alto Orinoco, todo un mundo, multiétnico y pluricultural en donde la Iglesia de Jesucristo aún está dando sus primeros pasos. En este lugar mágico habitan nuestros hermanos Yekuanas, Yanomamis, warequena, Baniva y Yeral. Allí fui recibido por la comunidad Apostólica Salesiana (SDB, FMA) quienes fueron mi familia durante toda la experiencia.
Los retos no se hicieron esperar, les cuento que desde el primer momento me querían devolver por el mero hecho de mi discapacidad, es decir por mi forma irregular de caminar, no los juzgo es natural que ocurriera, (sentí que fue algo así como que casi le gritaban al piloto de la avioneta ¡espere para que se lo lleve nuevamente! jajaja) debo agradecer a un ángel, sí un Sacerdote Salesiano, al Padre Luis Azzalini que me dio el voto de confianza y me acompaño en la experiencia, sabía que Dios no me iba a dejar solo en esto y a los pocos días cuando me vieron jugando, subiendo en los árboles, nadando, trabajando, haciendo dinámicas, cantando y tocando la guitarra y especialmente ganándome la confianza de los jóvenes, fue asunto resuelto y hasta me pidieron disculpas, pero yo no hice nada, sencillamente Dios me quería en ese lugar.
Entre las tareas asignadas, fue prioridad la tarea educadora, si, fui docente del Colegio “La Esmeralda” que en años anteriores era un internado mixto para jóvenes indígenas, pero que por la situación económica actual, los Salesianos se han visto de manos atadas y han tenido que cerrar sus puertas; tristemente los jóvenes indígenas de las comunidades más lejanas (5 horas navegando, otros 5 o 6 caminado) no están recibiendo formación académica, resultan favorecidos solo los estudiantes de la comunidad la Esmeralda. Sin embargo, observé que había un grupo grande de estudiantes de las comunidades lejanas que llegaban de a poco al colegio y que se enfrentaban a cualquier tipo de dificultad para poder llegar, (lo experimenté cuando visité sus comunidades) estamos hablando de falta de gasolina lo que los obligaba a remar por más de 5 días y enfrentarse a todos los riesgos y peligros que implica atravesar solos la selva y el imponente Río Orinoco.
Por otro lado, al llegar a la Esmeralda, debían enfrentar otras dificultades quizás tan o más fuertes, Imagínense llegar a un lugar donde no tienes una casa, alguien que te reciba y mucho menos alguien que te brinde alimentación, era llegar a la nada, a ese grupo de jóvenes les bauticé como el grupo de los superhéroes; conversaba con ellos y les pregunté ¿Por qué lo hacen? Y su sencilla respuesta era “quiero aprender mucho para ayudar a mi pueblo”. Eso sin duda me arrugaba el corazón y me movía a poner todas mis fuerzas en función y beneficio de ellos. Son unos verdaderos superhéroes.
Son muchas las necesidades en este colegio internado Indígena, se atiende una matrícula de 200 jóvenes, desde 1er año hasta 5to y solo se cuenta con un equipo Docente de 6 personas. Inclusive los mismos estudiantes se encargan del mantenimiento y aseo de las instalaciones, cabe destacar que las OMP Venezuela hace un esfuerzo para favorecer el comedor de esta escuela.
Desde el ámbito Pastoral tuve la maravillosa oportunidad de ser Catequista de estos jóvenes, un grupo de 20 lograron entrar a la vida sacramental, se Bautizaron, hicieron su primera Comunión y también se confirmaron. Así mismo, pude acompañar y fortalecer un grupo de jóvenes para el Oratorio aportándoles Valores humanos y Cristianos; también pude fortalecer un grupo de jóvenes para la animación litúrgica, inclusive algunos aprendieron a tocar la guitarra y cantar para ofrecer sus alabanzas a Dios; en el ámbito profesional como Abogado aporte mis conocimientos jurídicos para enseñarles sus derechos como pueblos y comunidades indígenas y como activista de los Derechos humanos.
Finalmente agradezco a Dios y a las OMP por esta hermosa oportunidad que me brindaron para aportar mi granito de arena en la Evangelización y Educación de los Pueblos Indígenas, especialmente en la construcción de Una Iglesia amazonense con Rostro Indígena; sin duda los esfuerzos de los misioneros Salesianos en la consecución de este objetivo está lejos ya que la Iglesia Amazonense aún se encuentra en el primer Anuncio y necesita de muchos obreros para continuar la labor Evangelizadora.
A mi retorno un joven Yekuana a quien considero un hijo (Levis Miranda) me acompañó a abordar la avioneta y sus palabras de despedida fueron “Regresa pronto, mi pueblo necesita muchos misioneros como tú”. Es a este punto de la lectura en donde te debes preguntar ¿Ese misionero puedo ser yo? Si la cosa va en serio y es contigo, Tú puedes asumir el reto de ser Bautizado y enviado.