Pauline Jaricot: “estoy hecha para amar y servir”
Pauline Jaricot, aún después de 200 años, es testimonio vigente de la evangelización y vida cristiana al servicio de la animación y cooperación misionera. Fue beatificada el 22 de mayo de 2022 y se celebra su fiesta el 9 de enero.
La Beata entendió, desde muy joven, que la forma de contagiar esa llama que inundaba su corazón era precisamente desde el testimonio. Así una joven francesa del siglo 19 logró convertirse en una auténtica influencer de la fe sin llevar hábito, haciendo del mundo su claustro y sin las redes sociales que hoy conectan al mundo, pero con algo realmente valioso: su testimonio.
Nació el 22 de julio 1799 en Lyon, Francia, hija de Antonio Jaricot y Juana Lattier, parte de la burguesía comercial y propietarios de telares en la misma ciudad. Su proceso de conversión de una vida de lujos a una vida totalmente entregada y sensible a los más vulnerables, le permitió desarrollar el don de la animación misionera recibido por el Espíritu.
Era impensable en su contexto histórico que una mujer se marchase a las misiones, pero eso no fue impedimento para que su entusiasmo por ayudar a los misioneros siempre estuviera presente. Al ingresar al seminario su hermano Phileas, con ideales misioneros, la anima a buscar métodos para colaborar con las misiones, Pauline de inmediato manifiesta su voluntad para actuar.
Pauline, inspirada por el Espíritu Santo, organiza lo que hoy se conoce como la Obra de Propagación de la Fe. Una actividad que hace 200 años inició con la idea de recolectar una moneda semanal entre las obreras para ayudar a las misiones y que hoy sigue vigente, extendida de forma capilar por toda la Iglesia Universal.
Ella entendió también que la cooperación con las misiones además de la caridad también consistía en la oración. Es así como luego de tomar la sugerencia de su guía espiritual, el Abate Wurtz, de tomar receso de la colaboración activa en la caridad y aportar desde la Oración, Pauline funda la Asociación del Rosario Viviente.
“Esta muchacha de una vida humilde y sencilla tenía dentro de sí algo tremendo, que no lo podía ocultar y mantener para ella y por eso lo comparte. Lo que llevó a esta muchacha a descubrir la pasión y ese amor fue precisamente la fe que conservaba en el corazón, había algo que dentro de ella ardía y que la llevaba a contagiar a otras personas”.
Mons. Lisandro Rivas IMC, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Caracas