OMP realizó foro virtual sobre Juana Bigard y la Obra de San Pedro Apóstol
El Centro de Formación Misionera (CFM), de Obras Misionales Pontificias (OMP) Venezuela, realizó el foro virtual sobre Juana Bigard, laica fundadora de la Pontificia Obra San Pedro Apóstol (OSPA) el pasado día 7 de mayo con participantes de Venezuela y Colombia.
Tres ponentes para conocer la OSPA
El foro comenzó con la participación Wilfer Ramírez, laico misionero de la Consolata, quien compartió su experiencia como secretario nacional de Jovenmisión a mediados de los años noventa, servicio que para la fecha pertenecía a la OSPA y que en sus inicios cobró vida entre los jóvenes seminaristas en Venezuela. “Esta Obra sostuvo por mucho tiempo, con el aporte de los venezolanos, el seminario de Jos en Nigeria”, señaló Ramírez.
Luego, Rafael Santos, secretario de la OSPA España, presentó cuales serían las posibles razones por las que esta Obra Pontificia es poco conocida: la primera, su reciente fundación, pues fue puesta en marcha en 1889 por Juana Bigard con el apoyo de su madre Estefanía; la segunda que sea una obra particular y poco extendida en sus comienzos, aunque fue promovida por los papas desde 1919 por Pío XV y sus sucesores.
La tercera razón es que parece tratarse de una Obra de poco alcance, sin embargo, gracias a su aporte se pueden sostener los seminarios en los territorios de misión; y la cuarta, que se habla poco de ella, sobre todo entre los sacerdotes.
Por último, la Hna. Luisa Melania Caguana SJBP, secretaria nacional de la Pontificia Unión Misional (PUM) Venezuela, desarrolló el tema de las vocaciones, en especial en los territorios de misión. “Dios llama, pero la Iglesia es madre; de ahí que la Iglesia engendre las vocaciones y que, por tanto, debamos ocuparnos de ellas”, afirmó.
Una Obra universal
La Obra de San Pedro Apóstol es la respuesta pontificia a las dificultades que tienen que afrontar en su camino numerosas vocaciones nacidas en la geografía de la misión. Por eso, siguiendo los pasos de su fundadora Juana Bigard, esta Obra recuerda a todos que la voz de Dios no es “de una sola tribu, sino de todas las tribus, de todos los pueblos, de todas las razas”, y que la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada debe ser católica y universal “como católica y universal es la Iglesia”.