Colombia.-  El médico anestesiólogo Néstor Ramírez Arrieta aprovecha cualquier oportunidad para orar con el Rosario y colocar en manos de Dios y de la Virgen a sus pacientes contagiados del COVID-19.

Él vive en Colombia, en Cartagena y como muchos médicos soporta turnos de trabajo interminables y una presión emocional muy fuerte, sin embargo, encuentra fuerzas rezando el Santo Rosario, reseñó aleteia.

“No lo dudo, Dios escucha nuestras plegarias, a él lo que más le agrada es sanar enfermos y soy testigo diariamente. Él actúa a través de mis manos, le pido que utilice mi ministerio de sanación, más ahora que atravesamos por una situación tan difícil”, indicó Ramírez.

Cartagena es una de las localidades del país hermano más golpeadas por el virus: cerca de 8.600 contagiados y 344 fallecidos.

Ramírez sale a trabajar diariamente a la Clínica Madre Bernarda de la comunidad de Hermanas Franciscanas y pese a estar en riesgo de contagiarse aseguró que está protegido por las mejores armas: la oración, la Eucaristía, el Rosario, la Sangre de Cristo y los sacramentales.

Sus días transcurren entre tensiones, lucha por salvar vidas, precauciones, pacientes recuperados, el milagro de la vida y oración permanente.

“Hace algunos días tuve que realizar una traqueostomía en la sala COVID. Es la segunda vez que siento un gran temor en la pandemia, pero también una gran esperanza. Después de ingresar por un laberinto, ser vestido por dos personas, tener dos overoles, caretas, guantes y tapabocas, realizamos el procedimiento, uno de los que más contagios produce en el equipo médico. Si la gente tuviera la oportunidad de ver esos cuadros, no saliera a la calle, no aceleraran la reapertura de sectores económicos y tuviera más cuidado”, explicó.

Además, dijo que cada turno de 24 horas y cada cirugía son oportunidades de oración “Muchos pacientes, a pesar de la anestesia general, me han manifestado que han sentido algo espiritual, una sensación difícil de describir. Cuando los veo vulnerables, oro por ellos y ellos lo sienten. Es Dios actuando a través de mis manos”.

Él es testigo de milagros en las salas de cirugía, como el caso del bebé de 4 meses con una malformación congénita en el cráneo, que debió operar una mañana sin tiempo para prepararse:

“Es una cirugía poco común en la que los especialistas desarman el cráneo y el paciente sangra mucho. Lo único que pude hacer media hora antes fue revisar un artículo e irme al Sagrario a decirle a Dios que tomara el control. El niño no sangró, despertó y me dedicó una sonrisa angelical, ahí supe una vez más que Dios se paseó por ese lugar”.

Un caso similar lo vivió con otro niño a quien operaron por laparoscopia de un tumor biliar y no despertaba después de la cirugía; luego de un examen de gases arteriales para ver el estado de cada célula se determinó que tenía muerte cerebral. “Para mí fue terrible, le dije a Dios que no permitiera que mi ministerio quedara truncado y pedí oración a mi esposa y sacerdotes amigos”, al mismo tiempo le dijo al médico intensivista: “Aplica tus conocimientos que Dios tiene el control de todo”. Para la gloria de Dios del niño despertó al día siguiente y aunque lo debieron intervenir nuevamente, hoy goza de buena salud.