Boston fue unos de los primeros destinos de las ayudas de Propagación de la Fe

Paulina Jaricot Propagación de la Fe

Cuando la Arquidiócesis de Boston estaba en su infancia, fue uno de los primeros beneficiarios de la recién creada Sociedad para la Propagación de la Fe, el Domund. Ahora, Boston es una de las diócesis que más apoyan a las Obras Misionales Pontificias. La arquidiócesis ha celebrado los 200 años de este apoyo a lo que fue un territorio de misión.

Esta historia la recordaba el cardenal Seán P. O’Malley, OFM, arzobispo de Boston al dirigirse a los participantes de una celebración eucarística y un almuerzo, que tuvieron lugar en el Centro Pastoral Misionero de la archidiócesis, el pasado 19 de marzo para celebrar esta efeméride. “Fue una muy buena inversión por parte de la Propagación de la Fe porque Boston se ha convertido en un centro de animación misionera”, explicó.

Como informa el semanario católico de la arquidiócesis, The Pilot, el periódico católico más antiguo de Estados Unidos, durante la misa el cardenal O’Malley entregó un reconocimiento a Aubrey Anderson, estudiante de quinto de primaria de la parroquia de St. Christine en Marshfield. Inspirada por la visita de una misionera a su clase de religión, la niña recogió 250 dólares para las misiones haciendo tareas domésticas y pidiendo donaciones a los vecinos durante el Adviento y la Navidad.

Además durante al almuerzo que siguió a la celebración eucarística, se entregó el premio beata Paulina Jaricot a St. Joseph’s Collaborative of Quincy, que incluye la parroquia de St. Joseph y la parroquia de St. John the Baptist. Dedicaron durante el apogeo de la pandemia de coronavirus el diez por ciento de todos los ingresos de las parroquias a la caridad y a las misiones, con un lema para establecer el orden de prioridades: JOY (alegría), las siglas de: Jesús, Otros, Tú mismo. Como explicaron desde la parroquia al Boston Pilot, resultó increíble “ayudar a hermanos y hermanas en necesidad”, cuando apenas podían pagar las facturas de la parroquia y, aún así, al final, los ingresos superaron con creces los gastos del año.

También se entregó el premio en memoria de Andrew Connell, antiguo director diocesano de las Obras Misionales Pontificias en Boston, a Mary Margaret Bolles, por su larga carrera de apoyo a los misiones en Boston. Cuando era una universitaria habló con el padre Connell porque quería ser misionera. Este le sugirió colaborar con la Sociedad de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad, donde sirvió como maestra para la población nativa americana en Nuevo México. Más tarde empezaría a trabajar en la banca y se convertiría en una exitosa mujer de negocios, pero cuando se jubiló en 2007, volvió a las Obras Misionales Pontificias.

En la celebración estuvo presente el padre Patrick Byrne, antiguo secretario internacional en Roma de la Obra Pontificia de la Infancia Misionera, que compartió algunas de sus propias experiencias. Entre los muchos colaboradores y donantes de las Obras Misionales Pontificias presentes en esta celebración, el padre Byrne pidió un reconocimiento especial para quienes hacen donaciones fijas mensuales, a los que llamó “la columna vertebral” de nuestro apoyo a la misión.

Fuente: OMPRESS