Beato Pablo Manna

Beato Pablo Manna

Beato
Pablo Manna

Pontificia Unión Misional

Fundador

Vida

Pablo Manna nació en 1872 en Avellino, hijo de Vincenzo y Lorenza Ruggiero, una familia que llegará a tener seis hijos: dos serán sacerdotes, uno médico y otro profesor universitario. Huérfano de su madre cuando solo tenía dos años, fue criado por sus tíos paternos y pasó una adolescencia inquieta. Completó sus estudios en Roma para convertirse en sacerdote y después de leer “Le Missioni Cattoliche”, actualmente “Mundo y Misión”, en 1891 entró en el PIME y fue ordenado sacerdote en 1895.

Partió hacia el este de Birmania, pero no pudo resistir ese clima tan húmedo y el calor-frío. Al igual que otros miembros de su familia, enfermó de tuberculosis. En 1905 regresó a Italia y se declaró “un misionero fracasado”. En 1909 Manna fue nombrado director de “Le Missioni Cattoliche” y manifestó inmediatamente su extraordinaria pasión misionera: sin abandonar las características que la hicieron famosa, “Le Missioni Cattoliche” se convierte en un hervidero de propuestas y provocaciones. Murió en Nápoles después de una operación quirúrgica el 15 de septiembre de 1952, y fue beatificado el 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

Beato Pablo Manna
PUM

La obra

En 1909, el padre Manna publicó “Operarii autem pauci” y envió el libro a San Pío X, quien respondió con una carta manuscrita, un hecho excepcional que aumentó el espíritu misionero del autor. Sin embargo, el libro fue prohibido en muchos seminarios diocesanos, porque encendía a los jóvenes en el amor por Jesucristo, invitándolos a dar su vida por el Reino de Dios en las misiones.

 En 1916 Pablo Manna fundó la Unión Misional del Clero, aprobada por el papa Benedicto XV, y en 1919 la revista “Italia Misionera” para las vocaciones misioneras; estableció “círculos misioneros” en los seminarios diocesanos, de los que procedían numerosas vocaciones para las misiones. En 1942 escribió “Los hermanos separados y nosotros”, que sacudió a la Iglesia italiana y, a pesar del tiempo de guerra, también hizo discutir a obispos y sacerdotes. En 1950, dos años antes de su muerte, escribió “Nuestras Iglesias y la propagación del Evangelio – Para la solución del problema misionero”, del que se desprende la encíclica “Fidei Donum” (1957) de Pío XII, que abre el camino de las misiones al clero diocesano.